Internacional

TRUMP Y PUTIN NEGOCIARÁN EL FIN DE LA GUERRA EN UCRANIA: UN ACUERDO QUE PODRÍA RECONFIGURAR EL MUNDO

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que el próximo 15 de agosto de 2025 se reunirá con su homólogo ruso, Vladimir Putin, en Alaska, con el objetivo de buscar un acuerdo que ponga fin a más de tres años de guerra en Ucrania. La propuesta, según filtraciones diplomáticas, podría incluir intercambios territoriales y la congelación del conflicto bajo un pacto de garantías de seguridad.

Aunque la noticia fue recibida con cierto optimismo por sectores que claman por el fin de la violencia, en la arena geopolítica mundial el anuncio ha encendido luces de alerta. El primer ministro polaco, Donald Tusk, advirtió que este movimiento podría derivar en un “conflicto congelado”, sin una paz formal, pero con una línea de tensión permanente en Europa del Este.

Un impacto que trasciende a Ucrania

Si este encuentro prospera, las implicaciones podrían ser profundas:

En Europa: países de la OTAN temen que un acuerdo apresurado legitime la ocupación rusa de territorios ucranianos y siente un precedente para futuras expansiones territoriales. En Asia: China seguiría con atención el desenlace, evaluando su margen de maniobra sobre Taiwán a partir de la reacción occidental. En Medio Oriente y África: naciones que dependen de granos y fertilizantes de Ucrania y Rusia podrían ver aliviada la presión alimentaria, aunque la estabilidad a largo plazo seguiría en duda.

El nuevo tablero geopolítico

La cumbre en Alaska no es sólo una reunión para detener una guerra: es una jugada que podría reconfigurar las alianzas globales. Si Trump logra un acuerdo que excluya a la Unión Europea de la mesa principal, consolidará la imagen de Estados Unidos como negociador unilateral, desplazando a bloques tradicionales y debilitando el rol de organismos multilaterales como la ONU.

A su vez, Putin podría salir fortalecido si logra mantener territorios bajo su control sin ceder en sus exigencias estratégicas. Esto alteraría el equilibrio de poder en Europa y, de paso, incentivaría a otros regímenes a utilizar la fuerza para alterar fronteras.

El 15 de agosto no solo estará en juego el destino de Ucrania, sino la arquitectura política mundial de las próximas décadas. Un mal acuerdo podría dar fin a la guerra, pero abrir la puerta a un mundo donde la fuerza pese más que el derecho internacional.