La guerra entre Hezbolá e Israel se produce en el contexto de profundas divisiones en el Líbano sobre el papel del partido chiíta.
Estas divisiones ya existían antes de la decisión que tomó el 8 de octubre de lanzar ataques contra posiciones militares israelíes en apoyo de Gaza.
Sin embargo, las divisiones no se pueden simplificar fácilmente como una clara separación entre los que están a favor de Hezbolá y los que están en contra de éste en el Líbano.
Durante años, las opiniones divergentes sobre Hezbolá han estado en el centro de casi todos los debates políticos en el país.
Estar a favor o en contra de Hezbolá era un punto clave en las conversaciones en público y en privado, en un país que disfruta de un grado muy alto de libertad de opinión y expresión, especialmente en comparación con el resto de la región.
Un ejército con pocos recursos
Mientras que algunos piden el desarme de Hezbolá, otros apoyan más al partido porque su capacidad de combate es muy poderosa.
La fuerza militar de Hezbolá y la relativa debilidad del ejército nacional de Líbano significan que mucha gente –incluso fuera de su base principal– cree que es necesario que siga armado.
Israel invadió el Líbano en 1982, ocupó el sur del país hasta el año 2000 y todavía ocupa parte de él.
El ejército de Hezbolá es la única fuerza en Líbano que ha sido eficaz combatiendo a las fuerzas israelíes.
El ejército libanés está mal armado y depende en gran medida de Estados Unidos y otros países occidentales para obtener armas y municiones, que son obsoletas.
Frente a esta situación, muchos en Líbano siguen apoyando a Hezbolá para que mantenga su fuerza de combate, aunque en general no simpatizan con el partido.