El senador Gerardo Fernández Noroña lanzó esta semana su más reciente declaración estridente: demanda que se respete la soberanía e independencia de Venezuela —sí, de Venezuela, no de nuestro día a día— y que nadie, ni Estados Unidos ni ningún otro, se meta en su jardincito militar latinoamericano .
Desde la pomposa Casona de Xicoténcatl, Noroña recordó con orgullo constitucional que “corresponde al pueblo venezolano decidir su futuro”, sentenciando que permitir injerencias extranjeras significaría un flaco favor al derecho internacional . Incluso se puso nostálgico y recordó al héroe nacional, Benito Juárez, y su hazaña: resistió al invasor y expulsó a las tropas extranjeras, ¿o no? .
Mientras tanto, en el Senado —ese gran escenario de sopapos y desencuentros— hoy mismo Noroña fue protagonista de un encontronazo digno de novela: una cachetiza literal, cortesía de sus compañeros legisladores. Exacto: él pide que nos metamos en Venezuela cuando aquí mismo no puede con lo suyo.
Y por si fuera poco, la prensa no ha dejado pasar otro detalle picante: la casa en la que vive este influyente —pero polémico— senador costó la friolera de 12 millones de pesos. Sí, millones. ¿Será que en lugar de opinar sobre política internacional debería abocarse más a pagar su hipoteca y solucionar los dramas de acá? Un chiste con factura, pero con eco real.
