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TRUMP ABRE UN NUEVO FRENTE CONTRA MÉXICO: EL AGUA COMO ARMA POLÍTICA

Por EntreLineasMx

La tensión diplomática entre México y Estados Unidos ha escalado a un terreno especialmente delicado: el agua. A días de que Donald Trump intensificara su retórica antimexicana con amenazas comerciales, ahora el gobierno estadounidense ha rechazado entregar agua del río Colorado a Tijuana, en represalia por el supuesto incumplimiento de México en el suministro de agua del río Bravo a Texas.

Este acto, sin precedentes en las relaciones hídricas bilaterales, podría marcar el inicio de una nueva crisis fronteriza con consecuencias sociales, políticas y humanitarias de gran alcance, justo en un contexto en el que el agua escasea, los climas se extreman y las tensiones políticas se agudizan.

El tratado de 1944 bajo presión

El origen del conflicto se remonta al Tratado de Aguas de 1944, un acuerdo que ha regido durante más de ocho décadas la distribución binacional de los ríos Colorado y Bravo. Según este instrumento, México debe enviar anualmente 350,000 acre-pies de agua del Bravo a EE.UU., mientras que Estados Unidos debe entregar 1.5 millones de acre-pies del Colorado a México, gran parte de los cuales abastecen a Baja California.

Washington argumenta que México ha incumplido sus entregas al estado de Texas, afectando la producción agrícola en la región del Río Grande. Como represalia, y bajo el respaldo político de Trump, el Departamento de Estado ha negado la venta de agua para Tijuana, una de las ciudades fronterizas más pobladas y vulnerables del país.

¿Crisis humanitaria a la vista?

La decisión podría tener efectos inmediatos en más de 2 millones de personas que habitan la zona metropolitana de Tijuana y que dependen parcialmente del agua del río Colorado para su consumo diario. Si el conflicto se intensifica, México podría enfrentar no solo un desabasto hídrico, sino también un problema sanitario, migratorio y de seguridad nacional en su frontera norte.

Expertos advierten que esta acción constituye una violación indirecta del tratado vigente y un uso político del agua como herramienta de presión. “Estamos ante un escenario inédito donde un recurso vital se convierte en arma diplomática”, declaró en entrevista el analista internacional Ricardo Pascoe.

Más que agua: una ofensiva política

Este nuevo frente abierto por Trump se suma a los ya existentes en materia de aranceles, migración y seguridad fronteriza. Con la mira puesta en su campaña presidencial, el expresidente ha redoblado su retórica contra México, utilizando temas sensibles para su base electoral. Hoy, el agua entra en esa ecuación como un símbolo de control y castigo.

La respuesta de las autoridades mexicanas ha sido prudente, pero firme. La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) ha solicitado un diálogo técnico para resolver el diferendo, pero también ha advertido que se evaluarán mecanismos legales internacionales si persiste la negativa estadounidense.

¿Y ahora qué?

México enfrenta el reto de redefinir su estrategia de seguridad hídrica ante una posible politización de los tratados internacionales. Este incidente pone en evidencia la urgente necesidad de inversiones en infraestructura, almacenamiento, tratamiento y diversificación de fuentes hídricas, especialmente en zonas fronterizas que dependen de acuerdos externos para sobrevivir.

Pero más allá de lo técnico, esta crisis muestra cómo un recurso esencial puede volverse rehén de discursos nacionalistas y electorales. Si el agua es usada como moneda de cambio o castigo, el precio a pagar podría ser devastador, no solo para México, sino para la estabilidad regional.